6 de abril de 2007

Invierta en Neuquén, invierta con confianza


por Julián Barrientos (nieto)

Sobisch nos arruinó la Semana Santa. Hace mucho que no veíamos tanta irracional violencia en una provincia argentina. ¿Qué le pasó? ¿Se le piantó el control sobre los muchachos o es el nuevo modo de hacer campaña?
Parece mentira que entre tanto cantinero de comité; sobadores de mesas de unidad básica y viajantes delegados de algún nuevo sello partidario, no hayamos visto hasta ahora tanta talento para mostrar la hilacha y sepultar –afortunadamente, por cierto– todas sus posibilidades a futuro.

“Se acabó el jueguito –habrá pensado el referente de nuestro comprovinciano Omar De Marchi, haciendo explícito lo que la mayoría de los demócratas mendocinos no se atreven a decir– ; si quieren palos tendrán palos. Maestros faltando a su sacerdocio cotidiano y haciendo piquetes; ecologistas jodiendo en el puerto; villeros reclamando terrenos… ¿hasta cuándo vamos a soportar tanto desorden?”

¿Para qué tanto verso trasnochado, que ni ellos se creen? Que la infantería tiene la culpa; que se cometieron excesos (¿les suena conocido?); que hubo provocadores, etc.
Si finalmente no se puede tapar el viento con las manos y ya todo el mundo está seguro -aunque lo sigan negando– que la agresión que recibió el profesor de química muerto, Carlos Fuentealba, fue consecuencia directa de la represión policial ordenada por el Gobernador.

La cuestión es que la semana de recogimiento pasó a ser una semana de enfrentamientos. Y los gremios docentes respondieron con huevos a la Pascua represiva de Sobisch y, con la justa indignación del caso, les metieron un paro nacional para el lunes en repudio de los cosacos neuquinos y su Jefe, el Gran Campañero.

Ahora sí que se le va atragantar la buseca caldosa. Para mí se le viene la pueblada. Y bueh, "así es esta Argentina incorregible", diría un poeta que supo ser amigo de mi abuelo en los años mozos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Para el compañero Carlos Fuentealba en Arroyito


Miles de trabajadores, aquella mañana de abril marchan un poco alegres, un poco temerosos, un poco valientes por esa larga ruta 22 que se fuga hacia la cordillera.
Allí van por esa inmensa planicie patagónica con su mochila de sueños y de broncas.

Por la guita que no alcanza,
por las zapatillas que no duran nada,
por la necesidad de construir esa habitación postergada y los materiales cada día se ponen más caros,
por los chicos en las escuelas que no creen en nada
y esa obstinación de profesor de remarcarles que estudien, que no se entreguen ni se resignen.

Así entre esos miles, marchaba Carlos, junto a otros compañeros y compañeras que no llevaban más armas que una canasta con mate para pasar las horas que vendrían, y lo único explosivo es la rabia contenida.

Tanta marcha y movilización por las calles de Neuquén, tantas estériles conversaciones con funcionarios necios, indolentes desplegando, entre trajes y corbatas, sus engaños económicos, con los remanidos estribillos de que no se puede poner en peligro la economía de la provincia o las finanzas de los próximos años y que los demás sectores y bla, bla, bla.
Se hacen los boludos, nada dicen de las casillas quemadas, de los suelos resecados de petróleo, de la miseria que se extiende, de las construcciones a medio terminar. De esos paisajes Carlos, sí sabe mucho.

Unas y unos iban en los autos repletos, ya se acercaban al punto señalado, el puente de Arroyito, para bloquearlo, para ver si con esto, estos mierdas del gobierno nos dan bola.
Unos a bloquear el puente, se mezclaban con otros en autos más o menos imponentes y camionetas que ya presentían la felicidad del fin de semana largo. Bienvenida Semana Santa.



Los operadores turísticos ya se habían expedido, sobre el peligro en ciernes si las rutas estaban cortadas alertaban sobre reservas anuladas y los ingresos que no se percibirían.
El poder se espanta, el gobernador no es un tipo vacilante, la seguridad es su materia preferida, él sabe gobernar y sabe cómo resolver problemas.
Faltan unos kilómetros y ya los dispositivos de seguridad están activados desde la noche anterior.

La orden ha bajado clara, tajante desde el primer mandatario, pasando por la plana mayor de la policía. “La ruta tiene que estar despejada” “actúen sin vacilación”. El jefe de combate comprende su tarea.
Ni un minuto sobre la ruta, para refugiarse –tenemos la estación de servicio- habían dicho los compañeros.
Una conversación prologó los disparos y el gas que te asfixia y las disparadas en plena meseta, hasta se les oyó decir –corren como conejos en el campo- y la cacería había comenzado, gritos, y el viento que te envuelve y detonan de nuevo las armas y no hay estaciones de servicio protectoras y allí solas, solos con las manos que no alcanzan y las voces que no llegan.
Y entonces hay que volverse sobre los propios pasos. Perseguidos, pisoteados.
Los milicos empujando gritando, puteando y Carlos por la banquina caminando, los milicos que te empujan para subir a la ruta y te amenazan y te cercan.
Hay que volverse, en Senillosa nos reagrupamos, -vamos compañeros-, -suban a los autos, a las camionetas, suban – ¡¡vamos Carlos!!- y el 147 se abre generoso para llevar al compañero, que se resiste a dejar el combate desigual pero al menos le quedan la bronca y el odio ante esa ferocidad que aplasta.
Sobisch resuena en la cabeza del Sargento Poblete. Poblete y Sobisch son dos y uno al mismo tiempo. Disparan los dos al mismo tiempo y los dos son uno. Quién dispara Sobisch o Poblete?
Se acercan, Carlos lo mira, el horror se instala en los ojos de Carlos, la bestia no piensa, no tiene sangre, es cosa de hombres siente Poblete, su mujer ya sabe de esas marcas. Levanta el arma y apunta. Y en un infinito segundo se mezclará todo: Sandra, los Chicos, la casa, los alumnos y los sueños, y los sueños … y Carlos se desparrama, entre gritos, entre humo, entre balas, entre lágrimas, entre compañeros y compañeras.



A Carlos se le va la vida, se le va…allí frente a escudos, hidrantes, máscaras y enmascarados, blindados hasta los dientes, reprimiendo la vida, reprimiendo la vida.

Carlos se va muriendo…y empieza a nacer otro Carlos el país se entera y sienten que todos son Carlos y su mismo apellido se vuelve claro, transparente es la fuente del alba. Carlos es finalmente el amanecer de un nuevo día.

La ambulancia se va con un cuerpo, y empiezan a salir de las escuelas, los que no habían salido nunca o los que salieron antes y no habían salido.
Y las calles se pueblan de pueblo. En las fábricas, en las oficinas, en los comercios, todos supieron en un instante que esa granada era para cualquiera, que Carlos es un trabajador y todos los trabajadores son Carlos.

Y entonces se abre una nueva historia…Y la llamita la encendemos una vez más desde aquí desde esta pequeña multitud de corazones que somos los compañeros y compañeras de Senillosa, enardecidos de injusticias, embravecidos de dolor pero aquí, hoy como el año pasado, como el año antepasado dispuestos/as, disponibles para las luchas actuales y las que vendrán. Comprometidos y comprometiéndonos a luchar por un nuevo Fuente alba. Ha hacerte nacer Carlos cada día en cada lucha.

Desde Arroyito, abril 23 de 2007.-