25 de abril de 2007

Creativos y luchadores


por León Repetur

La posibilidad de que no se siga usando a la cultura como música de fondo de las legalizaciones mediáticas de los candidatos pasa, sin lugar a dudas, por colocar el debate en sus justos términos.

La política en definitiva es tener la capacidad de priorizar las demandas ciudadanas, proponer usos de los fondos públicos y dar cuenta de su administración al finalizar los mandatos. Esto que parece tan obvio, en la realidad no se cumple.

Por lo menos en las áreas culturales, todos los candidatos tocan de oído y campea el desinterés, pariente cercano de la ignorancia.
Los que trabajamos en los diversos campos de la cultura, tanto desde lo artístico, la gestión, los negocios y las incipientes industrias locales, queremos empezar a tallar en la mesa de la distribución política de fondos públicos, de manera similar a como lo hacen nuestros bodegueros, apicultores, fruticultores, metalúrgicos, madereros, profesionales de la salud, medios de comunicación, ajeros y otros sectores de la producción local.

Lo primero que queremos es dejar de cumplir el rol de bufones del rey y legitimadores de políticas del orden establecido. Por eso nos definimos como creativos y luchadores. Porque queremos dar una pelea para la transformación de nuestros valores, dándole sentido al nuevo tejido social que nos está reclamando la ciudadanía.

Y si nuestros políticos no se ponen a tono con lo que está pasando con la cultura en el mundo y no detectan lo que viene avanzando desde la sociedad civil, difícilmente podrán desarrollar un plan cultural que pueda ser considerado con alguna seriedad.

¿Qué debe contener hoy un plan cultural?

A boca de jarro parece una pregunta difícil de responder. El conjunto “Plan Cultural” ha sido sistemáticamente bastardeado y usado desde las ciencias sociales y políticas, con tal nivel de ingenuidad y desconocimiento, que ha pasado a transformarse en un proyecto “tapón”. Esto significa que cada vez que se empieza a debatir un plan cultural es para no hacer nada y entretener a los medios y a los artistas en temas que nunca se pondrán en marcha.

Pero podemos partir de otro lado: de las necesidades de los ciudadanos. Que en definitiva es de donde parten todas las políticas públicas: salud, transporte, educación, obra pública. Pero con la cultura, parece que les cuesta hacer lo mismo. Y se equivocan los políticos tradicionales al pensar la Cultura, cuando parten de las necesidades de los artistas o de las necesidades publicitarias de los intendentes o de los gobernadores y sus ministros.
La cultura y su plan para potenciarla también debe partir de las necesidades de los ciudadanos. Y allí habrá que dirigir los esfuerzos. Para establecer mecanismos para detectar las demandas, las necesidades insatisfechas, los requerimientos de infraestructura, las campañas de educación y promoción y la transformación de la fuerza creativa de todos los ciudadanos en fuente de divisas, de posicionamiento provincial y de mejor calidad de vida.

Similitudes y diferencias de la Cultura con otras políticas públicas

¿Qué tiene de común la políticas cultural con las políticas de salud por ejemplo? En principio ambas tienden a garantizar el mejoramiento de la salud psicofísica de la población. Si la salud, como decía Carrillo, es la ausencia de enfermedad, ¿qué más sano que una persona que canta, baila, pinta, maneja su cuerpo y sus relaciones sociales con soltura y alegría?
Y esto hace la cultura. Le pone a la dureza de la vida y a la cotidianeidad llena de tensiones, ese otro momento, el momento extra cotidiano de la fiesta, del rito, del encuentro, del cultivo del intelecto y el espíritu, que nos permite una calidad de vida más alta.

¿Qué otra cosa tenemos en común con las políticas de salud? La necesidad de infraestructura, por ejemplo. Difícilmente podríamos dar respuesta a las necesidades de nuestra comunidad sin la red de centros de atención primaria de la salud, de hospitales de distinta complejidad, sin equipamientos y tecnologías de ultima generación, sin insumos médicos, sin capacitación permanente, sin concursos para cubrir los cargos con profesionales idóneos, etc.

Si observamos desde esta óptica a la política cultural nos vamos a encontrar con paisajes desvastados: cierre de salas de teatro y de cine; agonía de centros culturales barriales; inexistencia de equipamientos adecuados; carencia de insumos, etc.
Concursos, ¿qué concursos? Capacitación, ¿qué capacitación? Todo esto implica que, desde la demanda ciudadana, no tenemos política cultural.

Y aquí aparece un primer espacio para el debate y la pelea. A la demanda ciudadana de equipamiento cultural en las ciudades y pueblos de nuestra Mendoza desarticulada culturalmente le podemos dar respuesta. Intentémoslo.

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