31 de julio de 2007

Teatro: el presupuesto es el peor actor


Por Cynthia V. Lana

Fue por demás notoria, durante las pasadas vacaciones de invierno, la presencia de carteleras, en las calles de nuestra ciudad, y avisos televisivos promocionando la oferta teatral de los espectáculos que, oriundos en su gran mayoría de la capital del país y no siempre de reconocida calidad artística, aterrizaron en Mendoza.

También contamos con la visita de algunos compactos reciclados de las corporaciones mediáticas, dirigidos al público adolescente e infantil y procedentes del País del Norte. Hablamos de ciertos subproductos que, con una fuerte impronta audiovisual —en base a procedimientos televisivos o informáticos muy efectivos para el acervo imaginario de los niños— logran imponerse a fuerza de la reiteración. (Por supuesto que no llegaron los engendros originales, sino vulgares remedos de escasa imaginación).

Paralelamente, sorprendió la poca atención dispensada a los elencos de teatro mendocino, por parte de las autoridades provinciales del área. Como si desconocieran la ventaja con que corren aquellos espectáculos —los mejores y los peores—que gozan de difusión permanente en medios nacionales o internacionales.

Es que los elencos de teatro de la provincia, al igual que muchas otras actividades culturales, no cuentan con el apoyo necesario para salir adelante y demostrar que son una oferta realmente apreciable para el público mendocino. Entre los múltiples obstáculos con que tropiezan, se destacan la falta de instrumentos efectivos para la promoción de sus actividades y la imposibilidad de contar con una sala propia. En ambos casos, es casi imposible no remitirse a la gestión cultural del ejecutivo provincial y al presupuesto destinado a tal fin.

Según el archivo de prensa del Gobierno de Mendoza, el presupuesto para Cultura destinado para el año 2007 es del 0,47 por ciento. Esto significa apenas 47 millones de pesos. La UNESCO recomienda a los gobiernos invertir el 1 por ciento del presupuesto en cultura.
En Buenos Aires, por ejemplo, se otorga el 3,4 por ciento del presupuesto, y San Luis destina el 2,3 por ciento. Ejemplos éstos más que esclarecedores a la hora de advertir la falta de interés por parte de nuestros gobernantes, en lo que respecta al fomento de las actividades culturales autóctonas.

Volviendo a la actividad teatral. Cualquier funcionario sabe —por su experiencia en los aparatos electorales— el rol que juega la inversión publicitaria en la instalación de un candidato para su reconocimiento. ¿Por qué considera, entonces, que una propuesta teatral puede generar cierto nivel de conocimiento público entre sus potenciales espectadores sin contar con los recursos necesarios para una adecuada promoción? En este sentido, esperar que la actividad prospere sin asistencia oficial es como pretender que se siga produciendo en el campo sin tener agua para el riego.

Por otro lado, en los últimos meses varias salas debieron cerrar o trasladarse por el aumento de los alquileres. No se trata de un dato menor: los elencos teatrales necesitan un lugar físico estable para ser fácilmente identificables por el público. Llama la atención que, con tantos espacios disponibles en la ciudad de Mendoza (algunos son propiedad de organismos oficiales, tanto locales como nacionales), no se esté pensando en la creación de complejos artísticos y salas culturales que reaviven, entre otras cosas, la empobrecida vida recreativa del Gran Mendoza.

Es imprescindible invertir en los artistas locales por una sencilla razón: la cultura, para ser genuina, no puede ser un producto de importación. Es la forma que reviste la idiosincrasia del pueblo mendocino; a la que diariamente los auténticos creadores se empeñan en darle su manifestación artística adecuada. Aún cuando deban sortear verdaderos calvarios para cobrar por su trabajo y estén obligados a mendigar por una sala, un subsidio o algún espacio mediático y publicitario.

17 de julio de 2007

Un pronóstico de mal tiempo


Por Sergio Crescini

Así como en una publicación anterior llamábamos la atención sobre la mendocina Beatriz Nofal, —mencionada como probable ministra de Economía del futuro Gobierno Nacional, merced al apoyo brindado por algunas poderosas entidades financieras internacionales—; creemos oportuno detenernos, ahora, en el actual embajador argentino en España, Carlos Bettini.

A Bettini también se le pronostica un promisorio futuro: nada menos que la Cancillería del casi seguro mandato de Cristina Fernández. Del mismo modo que sucede con Nofal, a Bettini se le reconocen importantes relaciones e influencias en algunas multinacionales con casa matriz en España. De estrecha relación con el ex presidente español Felipe González —quien lo habría hecho nombrar en Aerolíneas Argentinas, a poco de que la ex empresa estatal se transnacionalizara— , Bettini ha recibido algunas denuncias por la incompatibilidad de sus funciones en el Estado con las actividades de lobbista.

El embajador ya sabe de los riesgos y beneficios que ofrecen los pasadizos del poder estatal en Argentina. Fue asesor en el Ministerio de Justicia de los ministros menemistas Jorge Maiorano, Rodolfo Barra y Elias Jassán y consultor del procurador General de la Nación, Nicolás Becerra, bajo la presidencia de Carlos Menem (pero también con Fernando de la Rúa, Eduardo Duhalde y el actual presidente, Néstor Kirchner).

En este último cargo, también mostró buenas condiciones de lobbista. Como cuando le tocó hacer “ingeniería política” (antes le decíamos rosca) en favor del ex cuñado presidencial Emir Yoma, detenido durante 2001. Así lo informaba Página 12 del 1 de octubre de aquel año: “…cuando le tocó a Emir ir a prisión, uno de los colaboradores más cercanos de Becerra, Carlos Bettini, se había reunido con Julio "Coco" Ballestero (N de R: abogado de Yoma y hermano de Jorge Ballestero, entonces titular del Juzgado Federal 2) en el bar La Biela. Bettini no es un desconocido para los Yoma —decía Página en aquellos años—; prueba de ello lo da su inclusión en la lista de invitados al casamiento de Amira”.

Patricia Bullrich, la dirigente saltimbanqui que alguna vez compartió gabinete con Bettini, ha sido de las más críticas y de las primeras en pronunciarse al respecto. Al comentar la designación de Bettini en España, Bullrich lo definió como "un lobbista de empresas españolas en Argentina".
Dando mayores precisiones, Bullrich afirmó que durante su gestión en la Secretaria de Asuntos Penitenciarios del gobierno de la Alianza, denunció a Bettini "por intentar influir para que se continuara con las licitaciones de las cárceles de Mercedes, Santa Fe y Salta", que habían sido anuladas.

El 20 de diciembre de 1999, en efecto, el entonces ministro de Justicia, Ricardo Gil Lavedra, le redactó la denuncia a “La Piba”, alarmada por la oferta de cohecho que, según ella, le insinuara Bettini esa misma mañana en sus oficinas de la calle Sarmiento 329 de Buenos Aires.
De acuerdo a la misma, Bettini habría estado operando en nombre de Dycassa, empresa española propiedad de Florentino Pérez —poderoso dirigente del Real Madrid— que por entonces contaba, en la Argentina, con los servicios jurídicos del no menos inquieto Roberto Dromi.

“No soy lobbista, ni lo fui. Ni soy representante de empresas, ni lo era... Conozco gente en las empresas españolas porque he vivido muchos años en España", respondió insuficientemente Bettini.

En estos días en que —a partir del affaire Picolotti y la renuncia de Felisa Miceli, fundamentalmente— se envalentonan con denuncias las páginas de la prensa comercial, sería importante apuntar la discusión no sólo hacia la corrupción y los corruptos sino, también, hacia los corruptores y las fuentes de financiamiento de todos ellos. Lo cual permitiría visualizar mejor la crucial diferencia entre gobierno y poder; entre los que ordenan y los que ejecutan en la política de Estado en un país semicolonial como la Argentina.

Pues éste es el talón de Aquiles de todo republicanismo periférico; donde el pueblo elige a sus representantes siempre en los estrechos límites que imponen las ofertas de gobernabilidad autorizadas por los monopolios del capital imperialista y sus agentes locales. Por eso, sólo cuando el bloque dominante se resquebraja por sus contradicciones internas pueden colarse algunos contenidos nacionales entre las grietas del simulacro electoral.

Por el contrario, la mayor parte de las veces, los distintos sectores que componen dicho bloque instalan funcionarios en cargos ejecutivos que sirven a sus intereses, dictando medidas convenientes a la lógica de su hegemonía. Como Nofal y Bettini, por mencionar algunos ejemplos sueltos.

9 de julio de 2007

A diestra y siniestra


Por Sergio Crescini

Casi todo lo escrito o dicho sobre las elecciones porteñas por distintos analistas políticos —distinción ésta que suele definirse por el vínculo, de cada uno de ellos, con uno u otro grupo de poder—, ha demostrado que la única virtud de las usinas mayores de la prensa comercial parece ser su considerable eficacia para virtualizar lo real. Aunque, en realidad, se trata del viejo artilugio literario de “conceptualizar conceptos”, como decía Rodolfo Puiggrós. Y como en este plano de virtualidad autosostenida es innecesaria cualquier forma de confrontación con lo concreto, nuestros escribas bien podrían sostener la tesis de la estructura plana de la Tierra, por ejemplo, y no sentirse demasiado incómodos.

De este modo, las elecciones del 24 de junio ofrecieron a nuestro consejo de sabios una oportunidad inmejorable para desempolvar un antiguo esquema ideológico virtual tan indemostrable como inútil: la división ideológica de la sociedad argentina entre izquierdas y derechas.

Indemostrable, puesto que la experiencia histórica particular del pueblo argentino habla de identidades políticas —yrigoyenismo y peronismo— completamente ajenas a este esquema; e inútil, porque impide divisar la línea demarcatoria real entre los proyectos ideológicos antagónicos que conviven en la sociedad latinoamericana. Nos referimos a la construcción de una democracia social sustentada en las tradiciones del nacionalismo popular, por un lado, y al modelo semicolonial o periférico impuesto por los centros mundiales de poder, por el otro.

Es decir, la única diferenciación que se puede hacer, está planteada en el marco de los que piensan —siguiendo la conocida frase de Manuel Belgrano— qué collar ponerse y los que piensan en dejar de ser perro.

Entonces, mirando las elecciones porteñas desde esta perspectiva, se nos ocurre preguntarnos: ¿todos los que votaron a Mauricio Macri están pensando en regresar a los noventa; al dominio del capital financiero; a la reinstauración del endeudamiento perpetuo; a la desocupación galopante; a mirar para otro lado cuando el vecino es tirado por la borda? En otras palabras: ¿todos los que votaron por el PRO quieren seguir siendo perros?

Está claro que no. Lo que ha quedado demostrado es que el discurso filo progresista no moviliza la voluntad de las mayorías populares. Y mucho menos cuando ese discurso viene cabalgado por un pelotón de oportunistas.

Pero la virtualidad periodística habla, como siempre, de otra cosa. Tanto los denuestos depresivos de José Pablo Feinmann como la indisimulada algarabía de Joaquín Morales Solá permitirían pensar en un rebrote neoliberal del electordado argentino. A tal punto que la vieja fauna de cipayos y parásitos que hizo estallar el país volvió a mostrarse en diarios, radio, televisión e Internet, apropiándose del resultado electoral del 24 de junio. Tan convincente es la virtualidad periodística que ha renovado las esperanzas de mamarrachos como Ramón Puerta o del propio Carlos Menem.

Pero mientras esta hoguera de vanidades se despliega a sus anchas, la ciudad de Buenos Aires y su puerto —federalizados tras décadas de guerras civiles y una brutal batalla final en el siglo XIX— profundiza su peligrosa autonomía iniciada en 1994.
Así lo ha solicitado el recientemente electo Jefe de Gobierno sin que ninguna de las fuerzas electorales que se le opusieron haga la menor observación. Y si un enclave de vital importancia para la distribución de la renta nacional, en las condiciones de la actual matriz productiva basada en exportaciones primarias, como es el Puerto de Buenos Aires, no suscita mayores discusiones es que, definitivamente, la línea divisoria entre izquierdas y derechas es algo más que una virtualidad. Es una farsa deliberada.

1 de julio de 2007

Corazones intimidados


Por Sergio Crescini

"Al final, la cosa pública quedó en las peores manos: en manos de los hombres con cerebros marchitos y el corazón intimidado".
Juan Domingo Perón

“La historia no es precisamente un lugar donde ocurren cosas agradables”.

Jorge Abelardo Ramos

La mendocina Beatriz Nofal es la presidenta de Desarrollo e Inversiones del Ministerio de Economía de la Nación. Fue impulsada por la primera dama para el cargo y en el esquema que hoy inflan en la Casa Rosada suena como futura titular del Palacio de Hacienda, en reemplazo de Felisa Miceli, en el próximo gobierno (que al parecer será pingüina).

Como Virginia Slims, esta muchacha ha recorrido un largo camino ya. Fue diputada nacional y subsecretaria de Industria y Comercio, durante la presidencia de Raúl Alfonsín. También estuvo vinculada al Banco Interamericano de Desarrollo; al Banco Mundial y a la empresa Nobleza/Piccardo.
Su declarado amigo Julio Cobos, el gobernador de Mendoza, dijo recientemente que "tiene una visión muy acertada de cómo está hoy el país y qué necesita", haciendo un implícito reconcimiento de su participación en el lobby que intentará sentarla en la oficina de Felisa.

El pasado 21 de junio, Nofal aseguró que "es importante" cerrar un acuerdo con el Club de París para incrementar el flujo de inversión extranjera y admitió que Argentina tiene que dar "mayor certidumbre regulatoria a nivel microeconómico" para las empresas.

Como se sabe, el Club de París, es un foro informal de acreedores oficiales y países deudores. Como una especie de Celestina de la usura, coordina formas de pago y renegociación de deudas externas de los países y los grandes chupasangre del sistema financiero internacional.
Su creación tiene bstante que ver con los cipayos argentinos: su primera reunión informal data de 1956 cuando el gobierno de los fusiladotes estuvo de acuerdo en efectuar un encuentro con sus deudores públicos.

De qué hablamos


Cabe aquí hacer una pausa y ver cómo ha sido el desarrollo en la salida de la crisis de 2001; cómo ha sido el comportamiento de los inversores; qué y cuáles son las causas que han producido el crecimiento en los últimos seis años, etc.
Creo, sin temor a equivocarme, que la complementación de factores favorables a nivel internacional (como la suba en el precio de los commodities, de los cuales Argentina es un productor privilegiado), así como la baja de los salarios producida por la pesificación, fueron los ejes de la salida de la crisis. Sin dudas hay varios factores concurrentes mas; pero en ningún punto el sistema financiero internacional y los fondos de inversión —que drenan la capitalización interanual hacia los centros financieros— han contribuido en medida alguna al mejoramiento y crecimiento económico nacional.

Sin embargo esto no amedrenta a la buena de Beatriz. "El país esta comprometido en resolver el problema lo antes posible, eso nos facilitaría el acceso al financiamiento de las agencias de desarrollo de los países desarrollados", dijo ante la complacida mirada de los asistentes al Precoloquio del Instituto para el Desarrollo Empresarial de la Argentina (IDEA).

Los cerebros marchitos

Estamos asistiendo a la resurrección de los gurúes económicos ultramediáticos de los noventa. Son los mismos que pronosticaban bienaventuranzas para la Argentina tras las privatizaciones, la dolarización, el mercado, los capitales extranjeros, etc

Esta nueva avanzada de los viejos oportunistas y traficantes de influencias, encuentra escasa resistencia. Prueba de esto es ver cómo se esta instalando, nuevamente, el acicate de la así llamada “competitividad” —se habla de que la desocupación o el trabajo en negro persiste por la escasa capacitación de los trabajadores argentinos—; la confianza ciega en la inversión extranjera y una sumisa aceptación de condiciones ante la extorsión inflacionaria.

Por lo visto, la posibilidad de que Beatriz Nofal llegue a la cartera económica parece dejar sin chances a los sectores dinámicos de la sociedad que aguardan una verdadera definición económica de corte nacionalista popular; un auténtico “plan económico” que ponga en valor la articulación del sistema productivo para el mercado interno, en base a la justa distribución de los recursos y un horizonte laboral integrador.