27 de junio de 2007

Batallas programáticas (1968)


Por Cacho Mendoza

Constituida la CGT de los Argentinos el 30 de marzo de 1968, comienza una etapa distinta. Los trabajadores organizados, toman la conducción del campo nacional y convocan a todos los sectores para derrotar al enemigo común.
Las regionales de la CGT de los Argentinos en las provincias, asumen también su rol y en el marco del programa lanzado durante los actos convocados para conmemorar el 1 de Mayo ponen a consideración de los argentinos uno de los documentos claves de la política argentina del siglo XX.
Este programa, heredero de los Programas de La Falda (1957) y Huerta grande (1962) , va a operar como catalizador de todas las luchas que culminarán con la recuperación transitoria de la democracia en 1973 . También este Programa va a tener el honor de ser el partero del periódico de la CGT de los Argentinos que lo publicará en su número 1.

Haciendo un click en la imagen de arriba, podés leer el texto íntegro de la proclama en un facsímil de la primera plana de aquel inolvidable periódico.

19 de junio de 2007

Batallas electorales V (y de las otras también) (1968-1969)


Por Cacho Mendoza

Nos levantamos temprano y nos encontramos en la entrada de Moreno 2969, Capital Federal, sede nacional de la Unión Tranviarios Automotor (UTA). Ahí sesionaría el Congreso Normalizador de la CGT, convocado para reemplazar a la Comisión Delegada y nombrar un nuevo secretariado, representativo y dispuesto a defender los intereses de los trabajadores.

Ya sabíamos como venía la mano. Desde la Comisión Delegada iban a tratar de cuestionar el quórum, de buscarle por todos lados la quinta pata al gato para evitar que el Congreso sesionara, porque sabían que estaban en minoría y perderían irremediablemente.
El vocero del “Lobo” Vandor, José Notaro, arrancó planteando que de 457 delegados en condiciones de participar solo había 219, de tal manera que no se alcanzaba el quórum necesario.
En realidad había muchos mas, pero la maniobra se vio clara. Lo que pretendían era desconocer a los dirigentes y delegados de los gremios intervenidos o con la personería suspendida por la dictadura. Pero como eran tan maricones, ni siquiera se animaron a decir la verdad y eligieron usar una argucia legal para evitar el comienzo de las sesiones. Plantearon que no podían participar del Congreso los gremios que adeudaran sus cuotas a la Caja Confederal y se apoyaron en el artículo 60.

A esta insidiosa argumentación, que de prosperar hubiera impedido que sesionara el Congreso sin necesidad de que los colaboracionistas y participacionistas tuvieran que desenmascararse, respondió el dirigente telefónico Julio Guillán leyendo el citado artículo 60: “Todas las organizaciones que adeuden sin causa justificada más de cuatro meses a la Caja Confederal, serán consideradas, previa notificación, como dimitentes y en tal caso los miembros del Comité Central Confederal que pertenecen a la organización deudora dejarán automáticamente de formar parte del mismo”.
Guillán sostuvo que ese no es el caso de las organizaciones que están intervenidas o tienen sus fondos congelados, ya que esas circunstancias son una causa justificada para el atraso de las cuotas. En consecuencia pidió se les permitiera intervenir con voz y voto a la par de las demás organizaciones.

Los Municipales refuerzan la postura de Guillén y ofrecen pagar en ese mismo momento las cuotas de su gremio. Químicos, Navales, FOTIA y Ferroviarios, obligan a la comisión delegada a aceptar la participación de los gremios que adeudan fondos con causa justificada. Se lee, entonces, el orden del día y se pasa a elegir la Comisión de Poderes, encargada de analizar las credenciales de los delegados.
Después de tres horas de cuarto intermedio para que se analicen las credenciales, el Congreso vuelve a sesionar a las 22.30 con 393 delegados, que hacen un minuto de silencio en homenaje a Amado Olmos, emblemático dirigente de la Sanidad recientemente fallecido en un sospechoso accidente. También se envía un telegrama al Presidente de la Nación solicitando la libertad del dirigente portuario Eustaquio Tolosa.
Los “colaboracionistas” sienten que se les va de la mano el Congreso y empiezan a hacer correr todo tipo de rumores para hacer fracasar las deliberaciones.
La primera batalla se da por la presidencia del Congreso. Esta es ocupada por Honorio Gutiérrez, de UTA; Pallares, de Pintura, informa que ese mismo día la policía disolvió violentamente a los trabajadores de la fábrica Alba “que no estaban ocupando la misma, sino reunidos en asamblea”. La Comisión apoya un pedido por la libertad de los detenidos de Alba, empresa del grupo Bunge y Born. También se acepta una moción de Ceramistas contra la “agresión a la que son sometidos los obreros de la fábrica de azulejos San Lorenzo”.
Guillán pide nuevamente la palabra y solicita que el Congreso haga un llamamiento público a las organizaciones que no han concurrido y se sumen a las deliberaciones de los días 29 y 30. Fustiga también a los dirigentes colaboracionistas; pero propone que “vengan a discutir aquí, en el seno de la CGT, las diferencias, que puedan tener con este Congreso constituido no sólo legítima sino estatutariamente”.

En ese momento toma la palabra por primera vez Raimundo Ongaro, de la Federación Gráfica Bonaerense, quien manifiesta su dolor por las organizaciones ausentes y su alegría por la alta inspiración constructiva que alienta al Congreso.
Ongaro se refería en primer lugar a los delegados de Luz y Fuerza, Construcción, Vitivinícolas, SUPE, Comercio y Metalúrgicos que en ningún momento se presentaron al Congreso evidenciando su intención de hacerlo fracasar. También a los del Vestido, Gastronómicos, Alimentación, Vidrio, Sutiaga y Bancarios, que se retiraron luego de la elección de la Comisión de Poderes, durante el cuarto intermedio.
Agregó Ongaro: “Todo el día han estado circulando toda clase de versiones. No sé si afortunada o desgraciadamente, la mayoría de ellas son o van a ser verdaderas; quiero decirlo acá sin faltarle el respeto a los presentes ni a los ausentes: parece mentira, cuando alguna vez los más pobres, los más humildes, los que nunca hemos pedido nada, triunfamos en una votación, que es un hecho normal y accidental en la vida, todos se enojan con nosotros.
Nosotros durante años no dijimos nada, cuando veíamos los acuerdos de los núcleos y los dirigentes, acuerdos hechos a espaldas nuestras y de los obreros. Nunca dijimos nada, todo lo aguantamos por el pueblo, por la Patria y por los trabajadores. Todo lo aguantamos por unidad, solidaridad y disciplina. Nos íbamos con amargura, tratábamos de justificarles todo a esos dirigentes que hoy se han ido. A esos dirigentes que hoy, cuando en una votación sencilla y normal ganan los hijos de los pobres se han enojado. Les vamos a abrir las puertas, les vamos a abrir los brazos, pero quiero que en la moción conste esto: que esta Comisión de Poderes que eligió el Congreso también se eligió con todos los atributos de los que, sin tener miedo a perder la vida, han venido a desafiar y a decir la verdad que otros tienen de la piel para adentro, pero ni esa verdad se animan a decir.
Hoy estamos acá, agraviados en nuestra dignidad, pisoteados en los derechos del pueblo, despojados de nuestras conquistas, todos nos han humillado y todavía porque venimos a gritar la verdad, para que no irritemos a los que nos están golpeando nos tendríamos que callar o tal vez tendríamos que ser participacionistas.
Nosotros hemos dicho que preferimos honra sin sindicatos y no los sindicatos sin honra, y mañana nos pueden intervenir. No tenemos aquí ninguna prebenda personal que defender, pues para defender a nuestros compañeros no hace falta el sillón ni el edificio. Lo hacemos porque lo llevamos en la sangre desde que hemos nacido.
Les advierto esta noche, si es que me están escuchando que lo sepan, que les hago un llamado todavía. Dígannos que no están de acuerdo, que piensan distinto, insúltennos, calúmniennos, pero no escriban estas tristes y negras páginas, que porque un gobierno y un ministerio no se animan a impugnarnos, tengan que ser compañeros los que se animen a decir y dejar escrito, que ellos invalidan a los propios compañeros trabajadores”.

Al finalizar las palabras de Ongaro, Lorenzo Pepe —de la Unión Ferroviaria— propuso un cuarto intermedio hasta el día 29 y lamentó que ya estuviera en marcha una supuesta división del movimiento obrero: “Nosotros no hemos dividido a nadie, ellos se han dividido solos”. El 29 el Congreso reanudó sus sesiones con 279 delegados, 97 más que el quórum necesario.
Menna, de la Fraternidad, repudió a quienes realizan maniobras turbias y pidió que se mantuviera la unidad de la clase obrera para formar un bloque inexpugnable contra el enemigo común: la oligarquía y los cipayos al servicio del capital foráneo. Como consecuencia de las palabras del delegado municipal fue necesario aclarar que se encontraban presentes otros miembros de la Comisión Delegada que no abandonaban el Congreso: Enrique Coronel (Sanidad), Otto Calacce, Agustín Cuello (FOETRA), Amancio Pafundi (UPCN), Eligio García (Edificios de Renta) y Perfecto Barcia.

Luego tomó la palabra el portuario Mario López Sosa. “Hace dos años, en este mismo recinto —dijo— SUPA señalaba la noche negra que amenazaba a nuestra patria. No fuimos escuchados. Nadie nos creyó. Dijimos que no estábamos en contra de la recuperación portuaria sino en contra de que se nos quitaran las conquistas conseguidas a través de 50 años de luchar a punta de cuchillo por los obreros del puerto.
Pero ¿qué pasaba? Al caer el gobierno de Illia muchos compañeros se presentaron en la Casa Rosada. Nosotros, los portuarios no nos presentamos porque al ver cómo se conformaba el gabinete con hombres que fueron escarnio de los trabajadores portuarios dijimos que íbamos a esperar hasta que aclarara. Por eso estamos contentos hoy, porque las organizaciones pobres han dicho basta a los elefantes blancos. Aquí no se ha gritado un viva a ningún político sino a la clase trabajadora. La lucha comienza hoy en este recinto”.

Ese día, a las 10 se constituyó la Junta Electoral, presidida por Rodolfo Díaz, de UTA. Se leen los nombres de los miembros de la Lista Azul y Blanca —única presentada— y se pasa a votación: 275 votos a favor y cinco en blanco consagran a las nuevas autoridades de la CGT, con mandato hasta 1970.
Entretanto, el secretario de Trabajo Rubens San Sebastián, se entrevista con el Presidente Onganía y advierte oficialmente que no se reconocerá al consejo directivo que surja del Congreso “por estar ilegítimamente constituido y no ser auténticamente representativo”.
(Ya veremos quién es representativo; si esta CGT de los Argentinos o el personero de un gobierno elegido por nadie).
Este es el Consejo Directivo de la Confederación General del Trabajo elegido en el Congreso Normalizador:
Secretario General: Raimundo Ongaro (Gráficos).
Secretario General Adjunto: Amancio Pafundi (UPCN).
Secretario de Hacienda: Enrique Coronel (Fraternidad).
Prosecretario de Hacienda: Pedro Avellaneda (ATE).
Secretario Gremial e Interior: Julio Guillán (FOETRA).
Prosecretario Gremial e Interior: Benito Romano (FOTIA).
Secretario de Prensa, Cultura y Propaganda: Ricardo De Luca (Navales).
Secretario de Previsión Social: Antonio Scipione (UF).
Vocales: Honorio Gutiérrez (UTA); Salvador Manganaro (Gas del Estado); Enrique Bellido (Ceramistas); Hipólito Ciocco (Empleados Textiles); Jacinto Padín (SOYEMEP); Eduardo Arrausi (FUVA); Alfredo Lettis (Marina Mercante); Manuel Veiga (TER); Antonio Machese (Calzado); Floreal Lencinas (Jaboneros); Félix Bonditti (Carboneros).

A las 5.30 horas, de la madrugada del 30 de marzo, los congresales clausurábamos las deliberaciones, entonando el Himno Nacional Argentino.
Por su parte, los miembros de la ex Comisión Delegada, que habían abandonado el Congreso, se reunieron en el edificio de Azopardo (custodiado por la policía, que no fue entregado al nuevo Consejo Directivo) con varios de los grandes bonetes colaboracionistas: Vandor, Armando March, Coria, Cavalli, Izetta, Pérez.
Como única respuesta a los llamamientos, decidieron declarar nulo el Congreso, prorrogar el mandato de la Comisión Delegada y suspender a las representaciones de FOETRA, Navales, ATE, UPCN, Calzado, Jaboneros, Ceramistas, FUVA y Gráficos, ante el Comité Central Confederal y lanzarse a una desaforada campaña de comunicados de prensa, impugnando el Congreso.

Entretanto, el nuevo Consejo Directivo de la auténtica CGT desplegó una intensa actividad: se decidió entre otras cosas que todos los miembros del secretariado y del Consejo Directivo hicieran ante un escribano declaración jurada de sus bienes, para que los trabajadores puedan verificar que en esta CGT de los Argentinos, nadie se enriquece de la noche a la mañana para comprar autos de lujo, colecciones de pintura, perros de raza, caballos de carrera.

Día a día comunicados de prensa fueron informando a los trabajadores y al pueblo. Se destacó la urgencia de la reapertura de las fuentes de trabajo paralizadas; la derogación de la ley 17.224; se creó la Comisión Nacional de solidaridad de Tucumán; se visitó en la cárcel de Villa Devoto al compañero Eustaquio Tolosa —designado secretario general honorario de la CGT— y se le hizo llegar la solidaridad de todos sus compañeros; se informó a la Organización Internacional del Trabajo de la realización del Congreso Normalizador y de la elección de nuevas autoridades.

Para el 1º de Mayo, la CGT ha planeado la realización de actos en todo el país. En Buenos Aires, el acto tendrá lugar en la Plaza San Justo, de La Matanza, a las 15 horas, presidido por el Secretario General Adjunto, Amancio Pafundi. En Rosario, Córdoba y Tucumán, los actos serán presididos por los demás miembros del Consejo Directivo, Ongaro en Córdoba, Guillán en Rosario, Romano en Tucumán.
Empezaba otra etapa, con los trabajadores organizados convocando a todo el pueblo y a todos los sectores para terminar con el oprobio, la entrega y la vergüenza nacional.

Las batallas que vendrían después irían marcando los 70: el Programa del 1 de mayo; el Cordobazo; el Rosariazo; el Viborazo; el Mendozazo; las tomas de fábrica; la reorganización de la Resistencia en cada lugar de trabajo, en cada barrio. Nos pasó de todo, pero seguimos adelante, como siempre: defendiendo la dignidad del trabajo, los barrios, las escuelas, las fábricas.
El camino fue largo y difícil. La sigo la próxima con otras batallas.

15 de junio de 2007

Batallas electorales IV (y de las otras también) (1968 -1969)


Por Cacho Mendoza

Como les venía comentando, nos enfrentábamos a una situación dura y difícil. Imagínense el cuadro los que no lo vivieron y hagan memoria los que estaban allí:

Presidente:
General Juan Carlos Onganía - Duro, inflexible, cursillista fundamentalista, antiperonista y anticomunista acérrimo

Gabinete:
Ministro de Economía - Adalbert Krieger Vasena (en realidad fue el segundo Ministro de Economía, después de una corta presencia de Jorge Salimei que no pasó el examen de las multinacionales y lo sacaron). Este Adalbert era —créase o no— el hijo de Suleyman Krieger, el banquero del General Félix Uriburu en 1930. Pero eso no era nada. Además de heredar las mañas de Suleyman, Adalbert era director de Minera “Castaño Viejo” y de Metalmina S.A., ambas con domicilio en Diagonal Roque Saenz Peña 567. La dos mineras eran propiedad de The National Lead Corp., monopolio minero gigantesco que opera en la Argentina desde 1917 y donde se juntaron los talentos y los capitales de Rockefeller y Morgan.
Mas claro echale agua: el ministro de Economía de un Gobierno de facto “nacionalista”… ¡¡¡era empleado de los yanquis!!! Y para muestra alcanza un botón. En La Nación del 3 de febrero de 1967 Krieger Vasena dio esta declaración: “Cuanto más comerciemos con los países europeos, más dólares tendremos para gastar en los Estados Unidos”.

Ministro de Defensa - Emilio Van Peborgh, quien ostentaba el grado de capitán de la Royal Air Force, en la que combatió voluntariamente en la Segunda Guerra. Además, era director de otro monopolio minero radicado en el país: Sominar S.A. (Adivinen a que país era más fiel).

Canciller – Dr. Nicanor Costa Méndez (sí, el de Malvinas, ¡que lo parió!) Era vicepresidente de Texas Instruments Argentina S.A, subsidiaria de Texas Instruments Inc. de Dallas, Texas. Y también era director de Field Argentina S.A. constructora de viviendas en gran escala (propiedad de Mr Conway y de Hirsh, gerente de Bunge y Born.

Embajador en EEUU – Ing. Alvaro Alsogaray. Sin palabras.

Ministro de Hacienda - Dr. Cesar Bunge. Titular de Bunge y Born.

Y así podríamos seguir con otros cipayos similares:

• Federico Frischknet (el “comunicador”) , Conrado Helbling (el encargado de los empréstitos), Rodolfo Guido Martelli( hombre de la empresa Ducilo de du Pont de Nemours en Argentina y también empleado de Nacional Lead , lo pusieron a liquidar todas las industrias químicas y siderúrgicas argentinas, como Presidente del Banco Industrial!!);

• Capitán de Navío Guillermo Rawson, designado presidente de ELMA por ser empleado de Mr Granville Elliot Conway, dueño de los buques petroleros de la compañía Tennesee, quien ganó todos los contratos de YPF de ahí en adelante).

Y todos estos nombres eran sugeridos por los principales asesores y amigos de Onganía: el Sr. Mario Hirsch, gerente de Bunge y Born y el recién mencionado César Bunge.

Este equipo, al servicio de los monopolios y del saqueo, ya había hecho casi todo el trabajo sucio: se limpiaron al General José Blanco de Fabricaciones Militares; se habían apoderado de ELMA (Empresa Líneas Marítimas del Estado); habían logrado la quiebra de Siam - Di Tella, y habían favorecido la compra de casi todo lo relacionado con la industria automotriz a favor de la Ford (con Mr Douglas Kitterman, gerente de Ford Argentina, como virtual dueño del país.
El caso del manganeso, de la soda solvay, del Chocón y otros negociados ya eran inocultables y provocaban recelos en las filas de la burguesía industrial mas “nacional” y de algunos jefes militares.

Por el lado de los sindicatos la cosa estaba complicada: al acercamiento del “Lobo” Vandor, Rogelio Coria, Francisco Prado, Juan José Taccone, Adolfo Cavalli y otros al gobierno militar, se sumaba la persecución y la limpieza que se habían propuesto con los sindicatos mas díscolos y rebeldes.
Ya habían puesto al margen de la ley a varios sindicatos y federaciones y, a raíz de la “racionalización” en los puertos, se desencadenó un proceso que llevaría las contradicciones a su máxima expresión.
A una semana de haber logrado hablar con Onganía, el secretario general de los portuarios, Eustaquio Tolosa, es detenido en una Asamblea, en una clara maniobra provocadora del Gobierno. Pero si eso era previsible, lo que no se entendía era la denuncia que elevan los dirigentes de la CGT —con Prado a la cabeza— contra los obreros portuarios que habían tomado la sede de Azopardo para solicitar la solidaridad de la entidad madre de los trabajadores argentinos.
Se desata entonces una seguidilla de intervenciones, suspensiones de personería, congelamiento de fondos a varias entidades sindicales. Azucareros, canillitas, trabajadores de prensa, químicos, telefónicos, entre otros, fueron objeto de persecuciones y represión.

En las fabricas se incrementaba el descontento. La presión de las patronales se hacía sentir gracias al respaldo del Gobierno. Empeoraban las condiciones de trabajo; los matones ya estaban en todas partes, controlando que no se hicieran asambleas ni reuniones no autorizadas; se anunciaba el aumento de la edad jubilatoria.
Los popes sindicales vivían de reunión en reunión con el secretario de Trabajo, Rubens San Sebastián, quien tenía que llevar una posición a la reunión de la OIT en Ginebra y no quería problemas, denuncias, huelgas ni movilizaciones.

En enero de 1968 el Confederal había decidido convocar a un Congreso Normalizador para sacar a la CGT de la crisis que sufría por haber levantado el Plan de Lucha de 1967. El Congreso para normalizar la CGT se venía suspendiendo día a día. No se animaban a convocarlo porque la bronca se había juntado y ya no controlaban la presión de las bases. Tampoco la protesta de los sindicatos y regionales de las provincias, que habían sido los principales perjudicados por las políticas económicas que decretaron la inviabilidad de las economías regionales: Tucumán con el azúcar, el Litoral con el tabaco, etc.
Frente a la disparidad de opiniones la Comisión Delegada para organizar el Congreso apeló a un nuevo ardid: citó a un concilio secreto a 15 secretarios generales, a los que llamó “notables”; entre ellos Vandor (UOM), José Alonso (Vestido), Félix Pérez (Luz y Fuerza), Ricardo De Luca (Navales), Bono (La Fraternidad), Uncal (Comercio), Horvat (ATE), Pepe (Unión Ferroviaria).

Las reuniones entre los popes y el Ministro de Trabajo no paraban: San Sebastián les prometía levantar las intervenciones, organizar elecciones que entregaran los sindicatos intervenidos a personajes afines. Devolver los fondos congelados. La presión del gobierno era muy fuerte y los “colaboracionistas” como ya los llamaba todo el mundo, se arrodillaban temiendo perder sus prebendas y sus negocios ligados a los sindicatos que todavía manejaban.
En reuniones celebradas con los 15, la Comisión Delegada propuso dos variantes para una misma maniobra que finalmente fracasó: postergar directamente el Congreso o convocarlo y, una vez constituido, pasar a cuarto intermedio por tres meses, si es que lograban controlarlo.

En una reunión en el local de ATE, un grupo importante de dirigentes nacionales e intermedios, tomamos la decisión de no permitir mas la postergación del Congreso y que este debía sesionar de inmediato para llevar la solidaridad a los ferroviarios y a los portuarios en lucha. Y además se decidió no permitir la maniobra de impedir la participación de los sindicatos que estaban intervenidos. En esa reunión unieron sus fuerzas tres de los gremios de la Comisión de los 15: ATE (Horvat), Unión Ferroviaria (Pepe) y Navales (De Luca) y de esa manera se pudo tomar la decisión de llamar al Congreso.

La noche del 4 de marzo de 1968, nos juntamos en un asado mas de 50 militantes sindicales y de la Resistencia para festejar y prepararnos para el Congreso que debía sesionar del 28 al 30 de marzo.

Les aseguro que no fue nada fácil.

13 de junio de 2007

Batallas electorales III (y de las otras también) (1966-1968)


Por Cacho Mendoza

Como un reloj, el proceso golpista de Onganía y los sectores mas concentrados de la economía argentina seguía su derrotero. El 28 de junio de 1966, el General Julio Alsogaray, hermano de Alvaro, fue el encargado de sacar de la Rosada a los empujones a un orgulloso, pero solitario y aislado Illía. Otro intento de normalizar el país sin el peronismo, fracasaba. Los buenudos, los democratistas, los eternos trenceros, los serviciales cuadros de la partidocracia liberal, sucumbieron nuevamente.
A nosotros nos daba pena el viejo dentista de Cruz de Eje, que desde Tía Vicenta venían mostrando como un fatigado cordobés, entretenido con la muña muña y el tecito de burro. Y desde los medios serios (sic) —como Primera Plana, La Nación, etc.— venían hostigándolo y mostrándolo como una “Tortuga” pesada y lenta.

Y los empresarios y los milicos querían resultados… ¡Ya!.
Querían que se parara el Plan de Lucha de la CGT, la toma de fábricas, el control obrero de la producción, la marcha de los zafreros, la vigencia del liderazgo de Perón o los aumentos salariales.
Como verán, claros objetivos que aglutinaban al conjunto “sano y bienintencionado” de la población. Nosotros le decíamos: la oligarquía, los gorilas, los vendepatria, los cipayos. Como siempre en nuestra historia: dos lenguajes, dos proyectos, dos formas de pensar la vida en la Argentina.

Una curiosa mezcla de empresarios y sindicalistas; católicos y laicos; civiles y militares; derechas e izquierdas creían que había llegado el momento de “cambiar las estructuras”. La revolución estaba en el aire. Había muchas versiones de ella, y una coincidencia: ninguna le asignaba valor o posibilidades a la democracia. Para estos sectores, Onganía era un revolucionario. El catolicismo integral sustentaba su discurso antimoderno. Onganía y su círculo hablaban igual que un párroco de los treinta y cuarenta que, con la misma convicción, condenaba tanto a los comunistas y liberales como a las mujeres que trabajaban o fumaban.
Coherentes con esta posición, los partidos políticos —inútil engendro del liberalismo—, fueron suprimidos. Las costumbres fueron moralizadas. El arte moderno inspiró desconfianza. La ciencia era respetable, pero los debates intelectuales en las universidades eran considerados otra fuente de desorden. Contra todos esos brotes malignos se descargó el pesado brazo de la autoridad. También cayó sobre sindicalistas y empresarios díscolos; aunque de manera mucho más suave, pues unos y otros tenían un lugar en el nuevo orden. Inclusive sobre los militares, enviados a practicar su profesión en los cuarteles.
Lucas y Oscar que estaban a cargo del Centro de Estudiantes de Química de la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad Nacional de Buenos Aires —ahí cerquita de la Rosada, en Diagonal y Perú— se acercaron a la Plaza de Mayo y vieron azorados, con sus jóvenes y idealistas ojos, como sacaban a Illía a empujones e insultos. Sin tanques, sin jeeps, sin soldados. Solo una efectiva formación de la Federal, ya militarizada por las circunstancias, tuvo a cargo la tarea. Los milicos ni se gastaron en movilizar ningún soldado. Ya sabían que nadie opondría resistencia.

Divorciados del pueblo trabajador, haciendo el trabajo sucio en una democracia formal; con los medios en contra limando y esmerilando a la Tortuga; con los “cursillistas” en misión salvadora, la UCR y su representante se fueron de la escena, sin aplausos, sin gritos, sin quejidos. Como si nunca hubieran existido.
A Lucas y a Oscar, los detendrían un mes después cuando la misma Federal entró en la Facultad de la calle Perú y en doble fila de milicos estrenaron sobre las espaladas y las cabezas de los estudiantes y profesores los famosos “bastones largos” con la que comenzaría la intervención a las universidades del todo el país.

En Tafí Viejo, los ferroviarios y los cañeros metían la primera cuña y lanzaban una declaración planteando “que la única solución a la crisis política y económica del país, es la vuelta del General Perón a la Patria y al Poder”.
En Buenos Aires, los principales jefes sindicales, Augusto Vandor y José Alonso, ya superadas sus diferencias, compraban los trajes para asistir a la asunción del “Morsa”.

El Viejo, atento a la situación y al acercamiento de los popes sindicales a Onganía y compañía, lanza su famosa frase: “Hay que desensillar hasta que aclare”.
La Resistencia y los cuadros jóvenes del peronismo, nos abroquelamos en los sindicatos mas combativos: portuarios, mecánicos, gráficos, farmacia, papeleros, telefónicos, municipales, etc. Y nos preparamos para una larga lucha contra una dictadura que asumía con Onganía diciendo que “no tenemos fecha de elecciones, no estamos apurados y al menos necesitamos diez años para cumplir nuestros objetivos” .

El Negro Serrano, claro y experimentado dirigente portuario, sostuvo en la reunión en el sindicato de Farmacia: “Nosotros tampoco tenemos apuro. Ya venimos demostrando que nos interesa otro tipo de país; que no peleamos por las migajas ni por los cargos en el Estado. Nuestra lucha pasa por continuar la revolución inconclusa en el ‘55, garantizar la soberanía y la independencia de los poderes trasnacionales y devolverle la felicidad al pueblo. Pasa por la Liberación Nacional y Social”.
Este sería un momento importante en la historia de la lucha política. Ahí ya se acuñaría una idea nueva en el Movimiento: al retorno incondicional de Perón se le agregaba la Liberación Nacional y Social. La lucha de los últimos diez años había incorporado otros elementos. El debate de los militantes había abierto otros cauces. Empezábamos a necesitar respuestas a todos los interrogantes que nos dejaba la pelea, los triunfos y las derrotas.
La Revolución Cubana se veía como una nueva experiencia popular y a pesar de las distancias ideológicas se la veía con simpatía y orgullo.
Muchos de nuestros dirigentes defeccionaban y se pasaban al enemigo. La mayoría de los empresarios que se habían favorecido con la sustitución de importaciones y de la obra pública gigantesca de la época peronista, ya habían abandonado el barco popular y se habían pasado con armas y cuentas bancarias al campo del enemigo oligárquico.
Un alto porcentaje de cuadros militares picó el anzuelo del poder y del Departamento de Estado de los Estados Unidos con sus escuelas de adoctrinamiento en Centroamérica y se comió el verso del anticomunismo y de la civilización occidental y cristiana. Para ellos, nosotros, los laburantes peronistas, éramos el diablo y el enemigo a destruir; o, al menos, a disciplinar.

Por otra parte, se habían empezado a acercar otros sectores a nuestros sindicatos, a nuestras unidades básicas, a nuestros locales comunitarios, para coordinar acciones o integrarse en nuestra lucha.
Grupos de jóvenes católicos, que empezaban a sentir la mentira de las jerarquías (hasta curas y monjas había). Grupos de estudiantes universitarios, que empezaban a sentir en carne propia, tras la noche de los bastones largos y la intervención a las universidades, los rigores de la represión, la falta de libertades y la violación de la santa autonomía, de la que habían gozado hasta el 28 de julio de 1966. Grupos de la izquierda no gorila, que empezaban a respetarnos y a entender que nuestra historia no tenía nada que ver con el fascismo y que nuestra relación con el Viejo tenía otras razones, mucho más sencillas que las que ellos se dedicaban a desentrañar leyendo manuales europeos.
Pero todos estos procesos de acercamiento, también empezaron a exigirnos a nosotros profundizar más en nuestra historia. Comprender las relaciones de poder y de clase. Saber como parar los intentos de modificar nuestro derrotero o el uso de nuestra fuerza para proyectos que nada tenían que ver con nuestros objetivos y nuestra experiencia.
Fue un momento de gran aprendizaje y de mucho debate y lectura.

Onganía va a llevar a fondo el intento de disciplinar a los trabajadores y a los políticos rebeldes. Pero también va a atacar con sus planes a muchas empresas chicas que no serían viables para el nuevo modelo. Aparece en escena un personaje maloliente que va a signar esta etapa: Adalbert Krieger Vasena. Con este ministro de economía se pone en marcha un proceso de transferencia de recursos de un sector a otro de la sociedad, profundizando las diferencias y la explotación.
La receta típica: devaluación de la moneda del 40 por ciento; congelamiento salarial; estrangulamiento crediticio a las pymes o empresas no viables; despidos sin indemnización; nada de paritarias; “tolerancia cero” —diríamos hoy— a la actividad sindical; intervención a los sindicatos rebeldes; censura generalizada y represión organizada desde lo mas alto del Estado. Hoy podemos verla como un ensayo de lo que, multiplicado por mil, viviríamos del ‘76 en adelante.
La política económica va a generar una gran desnacionalización de empresas, entrada de capitales golondrina y crecimiento del endeudamiento externo.

Pero el descontento crecía y los dirigentes sindicales “colaboracionistas” y “participacionistas” (el “Lobo” Vandor, Rogelio Coria, José Alonso, Adolfo Cavalli) que empezaron sintiendo vergüenza por sus ropas de obreros, trataron de ponerse a tono con los despachos y antesalas ministeriales y poco a poco de representantes obreros frente al poder se convirtieron en representantes del poder frente a los obreros.
La mayoría de ellos se enriqueció. Adquirieron hábitos y vicios incompatibles con sus cargos de dirigentes sindicales; burocratizaron sus sindicatos y los transformaron en maquinarias sin contenido; se limitaron —en el mejor de los casos— a la acción social, al tanto por ciento de aumento en cada nuevo convenio, a los hoteles de turismo, a las colonias de vacaciones, etc.
Olvidaron que los trabajadores no podemos ni debemos mantenernos al margen de los problemas fundamentales de la vida nacional.

Toleraron los avances incesantes de los monopolios que rigen la economía del país, arruinando a las empresas nacionales, especulando con la desocupación que abarata la mano de obra, envileciendo los salarios.
Durante años esos dirigentes se opusieron entre sí; encarnaban actitudes distintas ante los problemas nacionales e inclusive se combatieron con dureza. El tiempo borró esos matices, gastó los ropajes ocasionales y los dejó desnudos; fue posible ver que se parecen mucho, unos y otros. Por eso ahora, como por arte de magia, están todos juntos, enfrentados a los trabajadores, esperanzados en ser la comparsa del onganiato.

Y desde abajo, a partir de las luchas de los portuarios y del encarcelamiento de su secretario general Eustaquio Tolosa, se desataría una batalla electoral muy singular: la del Congreso Normalizador de la CGT, convocado del 28 al 30 de marzo de 1968 en Buenos Aires, bajo el nombre del querido y respetado Amado Olmos, que había muerto en un accidente.
Allí nacerá la CGT de los Argentinos y comenzará el fin del onganiato y la ultima batalla para garantizar el retorno del General Perón a la Patria y al Poder.

Ahí estuvimos y se los cuento en la próxima.

8 de junio de 2007

Batallas electorales II (1965 - 1967)


Por Cacho Mendoza

El omnipresente Mariano Grondona decía en Primera Plana de julio de 1965: “La integración del peronismo en el país político se ha de realizar. Este es un hecho inexorable. Pero que su curso sea pacífico o accidentado depende de un solo factor: el tiempo. Un gobierno peronista en 1975, probablemente no conmovería al país. Un gobierno peronista en 1969, quizá sea prematuro... El reingreso gradual del peronismo en la legalidad primero como una 'oposición de Su Majestad' y luego como un nuevo oficialismo, sería asimilado. Pero una súbita 'inundación' peronista desde la cima hasta el llano, sería difícilmente tolerada. Y después de marzo, el radicalismo, concebido aún por sus críticos, como un eficaz moderador político de la energía justicialista, no muestra a la opinión una nueva estrategia, sino una nueva perplejidad".

En consecuencia, concluía Grondona, "el no peronismo no detendrá la avalancha peronista mediante conciliábulos reglamentaristas o artificios legales, sino con la efectiva creación de un liderazgo alternativo”.
La constitución de un contra liderazgo aparecía, entonces, como la solución para resolver la incapacidad del sistema de partidos argentinos para derrotar a la mayoría electoral del peronismo.
Aquí compañeros se le veía la pata a la sota. El Marianito le empezaba a armar el discurso y una supuesta carrera política al “Morsa” Juan Carlos Onganía.

Luego de los comicios de marzo de 1965 Grondona escribía, también en Primera Plana: "Hay un 'tercer país' que rechaza el condominio peronista - radical... Este tercer país no se siente representado por el esquema vigente, pero tampoco encuentra expresión partidaria ni sabe, siquiera, de su propia existencia”.
"El tercer país —seguía la nota— considera 'vieja' la alternativa peronista/ antiperonista. Siente a unos y a otros como supervivientes de un pasado estéril. Quiere otra cosa, quizás una Argentina pujante, unida y moderna. Pero no tiene voceros y se pierde en los laberintos políticos. Sus habitantes no se conocen. Y sus representantes naturales pelean entre sí... Algún partido, algún hombre, alguna minoría tendrá que fecundarlo. En algún rincón de nuestro espacio, alguna patria joven se levantará de golpe”

Esteban mandó a todos una carta en la que planteaba que la incapacidad del gobierno de Arturo Illia para resolver los conflictos gremiales, estudiantiles y limítrofes con Chile, llevaría a corto plazo a un callejón sin salida. Y para ilustrar se detuvo en comentar varios hechos que venían aconteciendo en el panorama nacional. Por un lado el descubrimiento en Salta de un campamento del Ejército Guerrillero del Pueblo (EGP). Por otro, un desprendimiento filo peronista de Tacuara, el MNRT, asaltó el Policlínico Bancario.
También apareció una célula de la Central Operativa de la Resistencia Peronista y se tuvo conocimiento de la fundación del Movimiento Revolucionario Peronista (MRP), por parte de Gustavo Rearte.
La superproducción de azúcar en Tucumán volvía a poner a los obreros y zafreros tucumanos en la calle, conducidos por la FOTIA, y los estudiantes empezaban a romper con la lucha por un mayor presupuesto universitario y se encolumnaban en solidaridad con los trabajadores del norte, en lo que sería el primer acercamiento político a la historia de la clase obrera peronista.
Para Pedro, esa información ya era clave para establecer algunas acciones. Se venía el recambio, por un poder mas fuerte, mas duro, capaz de resolver la llamada “inoperancia” de la “Tortuga Illia” y la imposibilidad de usar la fachada democrática del radicalismo para integrar al peronismo al sistema de partidos.

Perón en Mendoza

Las elecciones de Mendoza estaban convocadas para abril de 1966. Y varias cosas se jugaban allí.
Por un lado la suerte del "Lobo"Vandor, que venía armando un partido político peronista sin Perón . Por otro lado la estrategia de los milicos y los partidos para integrar al peronismo, sin sus contenidos obreros y sin Perón. Y por otro lado, la Resistencia Peronista y Perón que no se entregaban
El Viejo ya venía caliente con Vandor, pero pacientemente esperaba su realineamiento. Pero una frase de Vandor en el Congreso de Avellaneda de octubre de 1965 colmó el vaso y precipitó el enfrentamiento. El “Lobo” había dicho: “hay que enfrentar a Perón para salvar a Perón”.
Y los tres eligieron a Mendoza para dar la batalla: Vandor, el Gobierno radical y Perón.

Vandor quería ganar las elecciones con su engendro neoperonista. El Gobierno quería demostrar que se le podía ganar al peronismo en elecciones libres. En las ultimas elecciones los “Gansos” habían sacado 104.000 votos y la UCR 88.000. Había que inventar algo para que, aceptando la participación del peronismo, aunque sacara mayor cantidad de votos que los otros dos paridos, igual no llegara al poder, Y para eso convocaron a una convención constituyente que reemplazó la elección directa del Gobernador por un Colegio Electoral que elegiría en forma indirecta. De esa manera “Gansos” y “Pericotes” se unirían para evitar la llegada al poder de un Gobernador peronista en Mendoza. Y, de paso, calmarían a los milicos que ya no aguantaban mas de las ganas de dar un golpe de Estado y empujar a los políticos al ostracismo.
La Resistencia se instaló en Mendoza y comenzó a operar para dar pelea a los neoperonistas del Movimiento Popular Mendocino (MPM) con Alberto Serú García a la cabeza.

En marzo de 1966, Serú García volvió de Madrid sin haber sido recibido por Perón. En la revista Primera Plana del 22 de marzo de 1966, Serú García declaró: "...que mientras otros esperan órdenes, Vandor y yo entendemos que el peronismo debe actuar por sí mismo y organizarse como un partido"
El 23 de marzo Perón le respondió a Vandor y a Serú anunciando su apoyo a Ernesto Corvalán Nanclares.
Ahora sí que se ponía todo patas para arriba. Al apoyo que Vandor tenía en Mendoza entre los dirigentes sindicales, se sumaba la popularidad que ya tenía ganada Serú García. Y por el otro lado, Corvalán Nanclares no estaba para nada posicionado como candidato e incluso, después de ser el elegido de Perón, se pensó que igual se bajaba de la elección. Lo de Mendoza puso un verdadero pico de tensión al peronismo.

El próximo año, 1967, habría elecciones en Buenos Aires, Santa Fe , Córdoba, y otros distritos grandes. Si el neoperonismo triunfaba; si en el Colegio Electoral el pacto ganso/radical se mantenía, se obtendrían varios triunfos: por un lado, se evitaba la llegada de un gobernador peronista a Mendoza y, en otras provincias, se integraba al peronismo a través de partidos neoperonistas y se terminaba con el liderazgo de Perón.

Perón nos manda, entonces, una cinta en que explicita su apoyo a Corvalán Nanclares y adelanta la llegada de Isabel como su enviada personal a Mendoza, a efectos de corporizar su apoyo a través de su esposa.
Por primera vez, desde el golpe del ‘55, la radio y la televisión de Mendoza pasan un mensaje grabado de Perón, en la que el Viejo dice entre otras cosas:
“Hay que pegar duro y a la cabeza de Vandor. Yo no me opongo a que viejos peronistas hagan política, pero si tienen edad para ponerse los pantalones largos, que no usen mi camiseta”. (Una versión del mensaje de Perón emitido por los medios mendocinos está en el diario La Nación del 17 de abril de 1966)

El 19 de abril tuvieron lugar los comicios. Emilio Jofré, candidato por el Partido Demócrata, ganó tal como se esperaba. Sin embargo, el acontecimiento relevante del día no fueron los 129.000 votos de Jofré, ni los 89.000 de la UCRP, sino los 102.000 votos que Corvalán Nanclares consiguió reunir en contra de los 62.000 del candidato vandorista.

Pocos días más tarde Grondona escribía resignado: "Después de Mendoza, la capital del peronismo está otra vez en Madrid”.

Nosotros saltábamos en una pata. De un saque habíamos reventado otra estrategia para diluirnos. Nuestra capacidad organizativa estaba entera; la integridad de las bases absoluta; la disciplina y la acción conjunta ejemplar.
El gobierno radical desfallecía: si bien habían ganado las elecciones los gansos y convalidarían esto en el Colegio Electoral, quedó claro que no podían evitar nuestro reagrupamiento, nuestra verticalidad y nuestra disciplina al líder. Que solo podrían pararnos proscribiéndonos, cosa que se les haría difícil después de tanta alcahuetería democrática.
Por el lado de Vandor las cosas quedaron claras. Ahí nomás, los compañeros cerveceros se reunieron en Asamblea y encabezados por Santiago decidieron abandonar las “62 Leales” que respondían a Vandor e integrarse en las “62 de Pie” antivandoristas. Lo mismo hicieron los compañeros telefónicos y rurales.

Ramiro y la gente de la seccional la matanza de la UOM se rebelaron contra la conducción de Vandor y los papeleros le retiraron a Fernando Donaires la autorización para continuar como Secretario de la CGT en representación del vandorismo.
La batalla electoral de Mendoza presentaba al país un nuevo escenario: Perón retomando la conducción plena del movimiento; las bases alineadas con su conducción; la dirigencia intermedia desarrollando sus tareas territoriales con absoluta disciplina y la lucha en todos los terrenos planteada con claridad: en lo electoral, en lo gremial, en lo económico, en lo social, en lo intelectual y en lo comunicacional.
El radicalismo quedó encerrado en sus propias contradicciones y ya no pudo parar el golpe que venían preparando los militares desde 1965. Vandor y Alonso siguieron estrechando sus lazos con Onganía y los militares con la esperanza de ser beneficiarios del nuevo líder emergente de las clases dominantes de la Argentina .

Y nosotros seguimos en la misma. Defender nuestro salario, nuestras condiciones dignas de trabajo, nuestros sindicatos, nuestros barrios, nuestras escuelas. Y le dimos pelea al “Morsa” y a sus aliados.

En la próxima se las cuento.

6 de junio de 2007

Batallas electorales I (1957 – 1963)


Por Cacho Mendoza

Recuerdo y recuerdo elecciones pasadas. Me encuentro en 1957. El Viejo nos había mandado votar por Arturo Frondizi. Decían que el pacto nos iba a ayudar a recuperar el pode; que Frondizi iba a legalizar de nuevo al Partido Justicialista; que cesarían las intervenciones a los sindicatos; que recuperaríamos el valor de nuestro salario; que podríamos volver a decir las palabras “Perón”, ”Evita” y otras que nos habían prohibido pronunciar.

No les digo que todo era color de rosas. John William Cooke, como delegado del Viejo, había potenciado el acuerdo con Frondizi. Y era de fierro el Gordo.
José de Florencio Varela, dirigente de nuestra CGT “Negra” (así le habían puesto para diferenciarla de la CGT oficial, la que acordaba con el enemigo), no estaba muy convencido de lo que se venía. En una reunión —convocada en Pompeya, para escuchar la última cinta del Viejo—, él y otros dirigentes de la carne, mecánicos, gráficos y plásticos del Gran Buenos Aires, sostenían que había que mantener la lucha contra los que habían colaborado en el golpe del ‘55.

“Muchachos — nos decían—, nos negaron las armas en el ‘55 para resistir desde los barrios y las fabricas con el verso de que, llegado el momento, se entregarían los fierros. Nos fusilaron a los compañeros en José León Suárez; encarcelaron a nuestros dirigentes; intervinieron nuestros sindicatos y cerraron las unidades básicas; clausuraron la Universidad Obrera; nos congelaron los salarios; liberaron los alquileres; eliminaron las paritarias. Es una locura volver a confiar en ellos”.

Pero la orden del Viejo era clara. ¿Qué hacíamos? Finalmente cada uno tomó la decisión en base a lo que le dictó su conciencia. Ganó Frondizi por afano, pero el voto en blanco fue importante; marcando una decisión de seguir peleando si las cosas no salían como nos decían los del Partido Justicialista. Aquí en Mendoza, siguiendo la tendencia nacional ganó Ernesto Uelstchi.
En Mayo de 1958 Frondizi llegó, gracias a nuestros votos, a la Presidencia de la Nación. Su gobierno duró apenas 1.428 días. Lo voltearon en marzo de 1962 después de treinta y cuatro planteos militares y tras la victoria peronista en la Provincia de Buenos Aires con Andrés Framini como nuevo Gobernador.
Los milicos y el poder económico no bancaban el regreso del peronismo y sus conquistas al poder. Todo al pedo. Sin salarios dignos, sin acceso a la educación, sin espacios de poder y entregando el patrimonio y las riquezas al hambre insaciable de la oligarquía y sus socio extranjeros.

Entonces apareció en escena un títere que se llamaba José María Guido. Recuerdo que nos causaba risa su tamaño y su cara de payaso.
Y de vuelta a la pelea. Seguimos con el sabotaje, la baja de la producción, las huelgas, el trabajo a reglamento. La reorganización de las comisiones internas, la recuperación de los sindicatos y las federaciones.

En 1963, los milicos y los partidos políticos se pusieron de acuerdo para llamar de nuevo a elecciones. Pero esta vez, sin ningún disimulo, proscribieron al Partido Justicialista.
La cosa para nosotros era mucho mas clara. De frente mar nos sacaban del padrón, nos impedían participar, nos condenaban a la inexistencia cívica. Esta vez, el General y los trabajadores nos pusimos de acuerdo: ¡¡¡Voto en Blanco por la vuelta de Perón!!!
Y les reventamos las urnas.

El 7 de julio de 1963 la fórmula Arturo Umberto Illia - Carlos Humberto Perette de la UCR se impuso con el 25,15 por ciento de los votos. La Unión Cívica Radical del Pueblo, el radicalismo tradicional liderado por Ricardo Balbín, había ganado en los distritos de Buenos Aires, Catamarca, Córdoba, Chubut, Entre Ríos, Formosa, La Rioja, Misiones, Río Negro, Santa Cruz, Santa Fe y Santiago del Estero. La UCRI de Frondizi, se impuso en Corrientes, Jujuy, La Pampa y Tucumán. El partido Conservador en el Chaco; el Demócrata en Mendoza; el Movimiento Popular Neuquino en Neuquén; el Movimiento Federal Democrático en Salta; la UCR Bloquista en San Juan y el Demócrata Liberal en San Luis.
El voto en blanco fue superior al 20 por ciento. Lo vivimos como un triunfo. Mostramos nuestra fuerza, nuestra integridad. Las ganas de seguir luchando por una Patria Justa, Libre y Soberana; sin gorilas ni entreguistas.

Leonardo, Sofía y Alicia, del Comando Nacional de la Juventud Peronista emitieron un comunicado el 9 de julio de 1963, después de las elecciones diciendo: “Los jóvenes peronistas, los herederos del 17 de octubre de 1945, fieles a la lucha de nuestros padres, retomamos las banderas de lucha de los descamisados, de nuestros hermanos caídos bajo las balas de la Fusiladora, de los nuevos trabajadores que engrosamos el ejercito peronista, de los nuevos dirigentes que reconquistamos los sindicatos, de los niños del 45 que fueron los únicos privilegiados, de todos los trabajadores del continente que han sido solidarios con nuestra pelea. ¡Viva Perón!

La primera reunión después de las fraudulentas elecciones se hizo en el Sindicato de los Navales. El tucumano Esteban y el mendocino Pedro conducían la reunión y dieron el informe: la política del enemigo era clara. Ya veníamos de algunas batallas contra el llamado Peronismo sin Perón que encabezaba Augusto Vandor de la UOM. Los partidos políticos surgidos al calor de esta estrategia ya tenían espacio en la partidocracia tradicional: el Movimiento Popular Neuquino había ganado con Felipe Sapag en Neuquén y el bloquismo lo había hecho en San Juan con Leopoldo Bravo. En Mendoza había despuntado el Movimiento Popular Mendocino con Alberto Serú García a la cabeza.
El problema del peronismo no dejaba dormir a los partidos políticos y, especialmente, a los gorilas. Cada vez que pensaban algo, les pateábamos el tablero y de vuelta a la casa y al caos. Con la proscripción lisa y llana habían logrado hacerse del aparato del Estado, pero estaban muy débiles. Y frente a la gente y al mundo daban vergüenza.
Los radicales tenían claro el objetivo: garantizar la integración gradual del peronismo a la escena partidaria. Su éxito dependería de que los políticos peronistas locales aceptaran acceder a cargos electivos secundarios a cambio de renunciar al liderazgo personal de Perón. En la propuesta estaba implícito que los alcances futuros de dicha integración dependerían del éxito que tuvieran los políticos locales del peronismo para reemplazar, de manera creíble y eficiente, dicho liderazgo.

“Contra eso hay que pelear”, fue la conclusión mas clara de esa primera reunión postelectoral.

3 de junio de 2007

Los viejos amores de la nueva política - Nota 1


Por Manolo Giménez

Como en aquel inolvidable 1994 de la Reforma Oliva, el titular de la Casa Rosada (o su simple retrato) ha vuelto a ser la brújula que orienta la estrategia de los aparatos políticos por los inaccesibles jardines del Bien y del Mal.
Sin pretender comparar estilos, orientaciones y épocas; para los así llamados “operadores” la invocación del Presidente es nuevamente la referencia —¿digamos ideológica?— ineludible en toda empresa electoral que se precie de realista.

Son los mismos que durante el último cuarto se siglo se empeñaron en exorcizar el costado revulsivo del peronismo pretérito y hoy no pierden oportunidad de ofrecer alguna muestra de simpatía verbal por esas mismas luchas que antes ocultaban como un secreto de familia.
En lo formal no han cambiado demasiado: siguen renegando del pasado de su propio movimiento, aunque ahora acongojados por las ruinosas consecuencias del “neoliberalismo menemista”. Insistente muletilla esta última que casi ninguno de tales personajes puede definir acabadamente ni caracterizar en los mismos términos que sus pares; tal vez porque cada uno necesita una explicación amoldable a las distintas necesidades de autojustificación, ya que en su gran mayoría fueron testigos entusiastas —o, al menos, complacientes— del período en cuestión.

Revoluciones de ultratumba

Pero donde cabalmente se ha sabido aprovechar el relevo de tales referencias simbólicas es en la modalidad de instalación que, a menudo, identifica a la nueva generación de oportunistas en estos últimos cuatro años.

Porque desde que la gestualidad presidencial estimuló la jerga filorrevolucionaria, el revival setentista, con sus homenajes a Paco Urondo, Rodolfo Walsh y algunos otros destacados integrantes de las OPM, incorporó una numerosa clientela en la clase media semiculta. Ejemplo de ello es la proliferación de agrupaciones políticas y universitarias o centros de estudios (sic) que optan por la nombradía de algún combatiente prestigioso; seguramente, más por adhesión al prototipo romántico del intelectual inmolado que al personaje histórico concreto.
Otro tanto puede decirse del sospechoso interés que muestran, por los mismos muertos venerables, los medios del Grupo Clarín, siempre dispuestos a acompañar la autoconfiguración imaginaria de sus televidentes y lectores.

Orientados por esta moda, conmovedores discursos recorren casi todas las ciudades del país. Pero rara vez los homenajeados —protagonistas de una fase malograda del proceso revolucionario argentino— son sometidos a la dilucidación histórica medianamente rigurosa. Aunque más no sea con el fin de recobrar o criticar en algún aspecto las tácticas de la misma estrategia de acción que se pretende, en apariencia, valorar positivamente. Pareciera que sólo citar tales nombres constituye trámite suficiente para obtener la carta de ciudadanía del progresismo K.

En realidad, se trata de sustituir la práctica crítica del presente por el homenaje inocuo a los que ejercieron (adecuadamente o no) la crítica de la sociedad semicolonial en el pasado. Así, por ejemplo, la flamante vanguardia oficialista que parece aceptar sin objeciones el protagonismo de Cargill o Bunge en el “milagro económico argentino” despliega una indignación ya del todo inútil contra el golpismo; obviando mencionar, prudentemente, que la aborrecida dictadura de 1976 segó la vida de éstos —y de miles de militantes populares más— con el objetivo de adaptar el funcionamiento económico al proceso de acumulación de los sectores más concentrados e internacionalizados del capital que son, precisamente, los que lideran actualmente el ranking del mercado externo argentino.

Como se ve, algunos retoques semánticos “à gauche” y una repentina preocupación por los derechos humanos, han bastado para que los oportunistas, nuevos y viejos, vuelvan a colarse en la política electoral y granjearse el respaldo de un numeroso sector de la clase media urbana, que aún destina sesiones de diván al incómodo recuerdo del Chacho Alvarez y a la indigestión del sushi.

Pues al éxito de los oportunistas le corresponde el entusiasmo por una difusa “nueva política” que, sin muchas explicaciones, hace declaración de fe revolucionaria al tiempo que abreva en figuras como Julio Cobos o Daniel Scioli. Lejos de reparar en tales contradicciones, el progresismo pequeñoburgués parece estar reescribiendo sus antiguas fábulas, con distintos personajes pero con la estilográfica de siempre.

Aunque esta travesía ficcional, como se tratará de mostrar en las próximas entregas, es otra parte de la misma historia.