6 de junio de 2007

Batallas electorales I (1957 – 1963)


Por Cacho Mendoza

Recuerdo y recuerdo elecciones pasadas. Me encuentro en 1957. El Viejo nos había mandado votar por Arturo Frondizi. Decían que el pacto nos iba a ayudar a recuperar el pode; que Frondizi iba a legalizar de nuevo al Partido Justicialista; que cesarían las intervenciones a los sindicatos; que recuperaríamos el valor de nuestro salario; que podríamos volver a decir las palabras “Perón”, ”Evita” y otras que nos habían prohibido pronunciar.

No les digo que todo era color de rosas. John William Cooke, como delegado del Viejo, había potenciado el acuerdo con Frondizi. Y era de fierro el Gordo.
José de Florencio Varela, dirigente de nuestra CGT “Negra” (así le habían puesto para diferenciarla de la CGT oficial, la que acordaba con el enemigo), no estaba muy convencido de lo que se venía. En una reunión —convocada en Pompeya, para escuchar la última cinta del Viejo—, él y otros dirigentes de la carne, mecánicos, gráficos y plásticos del Gran Buenos Aires, sostenían que había que mantener la lucha contra los que habían colaborado en el golpe del ‘55.

“Muchachos — nos decían—, nos negaron las armas en el ‘55 para resistir desde los barrios y las fabricas con el verso de que, llegado el momento, se entregarían los fierros. Nos fusilaron a los compañeros en José León Suárez; encarcelaron a nuestros dirigentes; intervinieron nuestros sindicatos y cerraron las unidades básicas; clausuraron la Universidad Obrera; nos congelaron los salarios; liberaron los alquileres; eliminaron las paritarias. Es una locura volver a confiar en ellos”.

Pero la orden del Viejo era clara. ¿Qué hacíamos? Finalmente cada uno tomó la decisión en base a lo que le dictó su conciencia. Ganó Frondizi por afano, pero el voto en blanco fue importante; marcando una decisión de seguir peleando si las cosas no salían como nos decían los del Partido Justicialista. Aquí en Mendoza, siguiendo la tendencia nacional ganó Ernesto Uelstchi.
En Mayo de 1958 Frondizi llegó, gracias a nuestros votos, a la Presidencia de la Nación. Su gobierno duró apenas 1.428 días. Lo voltearon en marzo de 1962 después de treinta y cuatro planteos militares y tras la victoria peronista en la Provincia de Buenos Aires con Andrés Framini como nuevo Gobernador.
Los milicos y el poder económico no bancaban el regreso del peronismo y sus conquistas al poder. Todo al pedo. Sin salarios dignos, sin acceso a la educación, sin espacios de poder y entregando el patrimonio y las riquezas al hambre insaciable de la oligarquía y sus socio extranjeros.

Entonces apareció en escena un títere que se llamaba José María Guido. Recuerdo que nos causaba risa su tamaño y su cara de payaso.
Y de vuelta a la pelea. Seguimos con el sabotaje, la baja de la producción, las huelgas, el trabajo a reglamento. La reorganización de las comisiones internas, la recuperación de los sindicatos y las federaciones.

En 1963, los milicos y los partidos políticos se pusieron de acuerdo para llamar de nuevo a elecciones. Pero esta vez, sin ningún disimulo, proscribieron al Partido Justicialista.
La cosa para nosotros era mucho mas clara. De frente mar nos sacaban del padrón, nos impedían participar, nos condenaban a la inexistencia cívica. Esta vez, el General y los trabajadores nos pusimos de acuerdo: ¡¡¡Voto en Blanco por la vuelta de Perón!!!
Y les reventamos las urnas.

El 7 de julio de 1963 la fórmula Arturo Umberto Illia - Carlos Humberto Perette de la UCR se impuso con el 25,15 por ciento de los votos. La Unión Cívica Radical del Pueblo, el radicalismo tradicional liderado por Ricardo Balbín, había ganado en los distritos de Buenos Aires, Catamarca, Córdoba, Chubut, Entre Ríos, Formosa, La Rioja, Misiones, Río Negro, Santa Cruz, Santa Fe y Santiago del Estero. La UCRI de Frondizi, se impuso en Corrientes, Jujuy, La Pampa y Tucumán. El partido Conservador en el Chaco; el Demócrata en Mendoza; el Movimiento Popular Neuquino en Neuquén; el Movimiento Federal Democrático en Salta; la UCR Bloquista en San Juan y el Demócrata Liberal en San Luis.
El voto en blanco fue superior al 20 por ciento. Lo vivimos como un triunfo. Mostramos nuestra fuerza, nuestra integridad. Las ganas de seguir luchando por una Patria Justa, Libre y Soberana; sin gorilas ni entreguistas.

Leonardo, Sofía y Alicia, del Comando Nacional de la Juventud Peronista emitieron un comunicado el 9 de julio de 1963, después de las elecciones diciendo: “Los jóvenes peronistas, los herederos del 17 de octubre de 1945, fieles a la lucha de nuestros padres, retomamos las banderas de lucha de los descamisados, de nuestros hermanos caídos bajo las balas de la Fusiladora, de los nuevos trabajadores que engrosamos el ejercito peronista, de los nuevos dirigentes que reconquistamos los sindicatos, de los niños del 45 que fueron los únicos privilegiados, de todos los trabajadores del continente que han sido solidarios con nuestra pelea. ¡Viva Perón!

La primera reunión después de las fraudulentas elecciones se hizo en el Sindicato de los Navales. El tucumano Esteban y el mendocino Pedro conducían la reunión y dieron el informe: la política del enemigo era clara. Ya veníamos de algunas batallas contra el llamado Peronismo sin Perón que encabezaba Augusto Vandor de la UOM. Los partidos políticos surgidos al calor de esta estrategia ya tenían espacio en la partidocracia tradicional: el Movimiento Popular Neuquino había ganado con Felipe Sapag en Neuquén y el bloquismo lo había hecho en San Juan con Leopoldo Bravo. En Mendoza había despuntado el Movimiento Popular Mendocino con Alberto Serú García a la cabeza.
El problema del peronismo no dejaba dormir a los partidos políticos y, especialmente, a los gorilas. Cada vez que pensaban algo, les pateábamos el tablero y de vuelta a la casa y al caos. Con la proscripción lisa y llana habían logrado hacerse del aparato del Estado, pero estaban muy débiles. Y frente a la gente y al mundo daban vergüenza.
Los radicales tenían claro el objetivo: garantizar la integración gradual del peronismo a la escena partidaria. Su éxito dependería de que los políticos peronistas locales aceptaran acceder a cargos electivos secundarios a cambio de renunciar al liderazgo personal de Perón. En la propuesta estaba implícito que los alcances futuros de dicha integración dependerían del éxito que tuvieran los políticos locales del peronismo para reemplazar, de manera creíble y eficiente, dicho liderazgo.

“Contra eso hay que pelear”, fue la conclusión mas clara de esa primera reunión postelectoral.

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