25 de mayo de 2007

Unidos o dominados. Un 25 de mayo


por Cacho Mendoza

Busqué y busqué en la memoria, alguna idea, alguna frase, que me permitiera detener la sucesión de imágenes y explosiones de los últimos cinco días…
Con el dolor de huesos de siempre a cuestas, con las marcas indelebles de los garrotazos, con la sensación renovada de las derrotas pasadas, me encontré en El Ocotal en julio de 1927. Gritos, puteadas, uniformes.
Se dio finalmente la orden. En la historia quedaría establecido que ese fue el “primer bombardeo en picada organizado y el primer ataque aéreo a baja altura hecho en apoyo de las tropas terrestres” .

Nada nuevo bajo el sol, diríamos hoy.
El ataque fue lanzado contra civiles: campesinos armados y campesinos sostenedores de las fuerzas que desde Las Segovias organizaba el General de los Hombres Libres: Augusto Cesar Sandino, para hacer frente a la invasión del Norte.
Anticipo de lo que sucedería en Guernica y de la Blitzkrieg hitleriana, ese ataque de la United States Air Force contra Nicaragua sería saludado por el presidente Calvin Coolidge como un éxito. Por el contrario, para el Gobernador de Illinois, Edward Dunne, aquello había constituido “una simple matanza de características atroces”. “En toda la historia norteamericana -añadía el gobernador - no se ha visto jamás un acto de indecencia como el que ahora está exhibiéndose en Nicaragua”.

Escondido entre las matas, Casimiro apuntaba su viejo fusil al cielo. Desde los grises cielos de Centroamérica, los mismos aviones asesinos de los gringos descargaban sus bombas y controlaban las operaciones contra la revolución en Guatemala de Jacobo Arbenz, en 1954.
Recordaba que en aquella época eran las radios nuestra principal fuente de información. Y también las discusiones giraban en torno a como estarían recibiendo las novedades otros pueblos hermanos.

Para Sebastián, aquél experimentado dirigente obrero de los frigoríficos ingleses en Buenos Aires, la situación de Guatemala obligaba a abrir bien los ojos. Ya habían comenzado los ruidos en los cuarteles y la Embajada norteamericana estaba operando fuertemente con la Marina y la Iglesia para el embate final contra el General.
La reunión en Lanús, convocada por el jefe de la custodia personal del General, dejó las cosas en claro. Mantenerse unidos, permanentemente en alerta y ante la primera señal de levantamiento gorila, tomar las fábricas y los edificios públicos.

Alvaro y Esther, dirigentes de la alimentación, fueron los mas combativos. Querían saber donde estaban las armas, quien las iba a repartir llegado el momento. Con gotas de transpiración en la frente, el jefe de la custodia, repetía una y otra vez: vamos a resistir cualquier intentona, la CGT y las unidades básicas serán armadas en el momento justo. El General es muy cuidadoso en este sentido.

Casi seis meses después, otra vez desde el aire, los aviones de Menéndez, Rojas, Lonardi y Aramburu rompieron la tranquilidad de un día de trabajo y dejaron caer sus bombas asesinas en la Plaza de Mayo. Objetivo: civiles que trabajaban en el centro y edificios públicos buscando matar al General.
Y de Junio a Setiembre de 1955 se quedaron con el país. Y Braden festejó a lo grande. “Yo les dije, que tarde o temprano, echaríamos a este dictador de la Argentina” . El embajador de EEUU expresaba su enorme alegría. En los dos meses posteriores se masacraría a la dirigencia peronista y las empresas y el petróleo argentino quedarían en manos de la oligarquía aliada con los EEUU.

Carlos caminaba a los saltos entre los enormes cangrejos de Bahía de Cochinos y nos decía: acomoden bien la munición y estén atentos porque la consigna es “No pasarán”. Fidel quiere a todos los gusanos vivos para mostrarles al mundo como actúan los yanquis. En aquel 1962, otros aviones y lanchas de desembarco, intentaron la invasión a Cuba.

Martina dirigía el batallón principal que frenó la invasión. Quedó muerta en la playa alcanzada por la metralla de un avioncito salido de Miami.

Pero esa derrota no frenaría las incursiones cobardes de una aviación acostumbrada a arrasar pueblos enteros. En 1965 desde Cabo San Rafael, se ordenó la movilización inmediata de la tropas leales al Gobierno. El teniente Castroviejo puso en movimiento la brigada hacia Santo Domingo. Pero no sirvió de nada: esta vez modernas maquinas de muerte habían caído en picada sobre la República Dominicana.

Y trece años después, caería acribillado el Negro Cordobés, durante el bombardeo norteamericano de 1978 en Managua.

Aviones asesinos por todas partes. La imagen se repetía una y otra vez. Chile y Allende; Granada y El Salvador; Malvinas y el Crucero “General Belgrano”. Y eso sólo en nuestra América. No quiero pensar en Viet Nam, Laos, Yugoslavia.

Sobrepuestas, las caras de miles de compañeros circulaban, como frente a una pantalla de cine. Algo decían. Movían las bocas y sus labios no dejaban escapar ningún sonido. O quizás no los escuchaba por al atronador ruido de los bombardeos en Irak, en donde me encuentro ahora como escudo humano.
Ahí estaba Oscar, que había sido la cabeza de playa del Che en Argentina antes de Bolivia: La vieja Hayde que nos llevaba las milanesas a la cárcel durante la dictadura de Onganía. Malena que entraba y sacaba los documentos de la cárcel cuando iba a visitarnos durante la dictadura de Videla. La Hilda con su cabeza destrozada por un balazo en el Ingenio en Tucumán. Felipe, desaparecido en 1957. Y miles más que no conozco.

Los veo conmigo, recortadas sus caras en el cielo rojo iraquí.

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